Los padres y las madres aman a sus hijos y les desean
lo mejor. A veces pensamos que con este gran amor nos basta para cubrir sus necesidades
y para convertirnos en buenos padres. Pero te pregunto: ¿Es este amor realmente
es suficiente?
El amor que tenemos por nuestros hijos viene cargado
de mucha historia: obviamente viene cargado de buenos deseos, de deseos de
conexión y de la voluntad de ser la mejor versión de nosotros mismos para
ellos. Este amor es un motor para avanzar. A la vez viene implícitos fragmentos
de nuestra propia infancia, de nuestros temores, de nuestros vacíos y
decepciones.
La parentalidad consciente trata justamente este tema:
para ser padres o madres suficientemente buenos (para retomar la expresión de
Winnicot) tenemos que conocernos a nosotros mismos. Antes de reaccionar ante
una situación, tenemos que poder pausar y preguntarnos “¿Qué es lo que esta
situación despierta en mí para que me genere enojo? ¿Qué tiene que ver esta
situación conmigo y no con mi hijo/mi hija?”.
Como padre o madre no somos una hoja en blanco, abiertos
a cualquier experiencia con nuestros hijos, cargamos un pasado. Nuestra
responsabilidad es trabajar, elaborar y hacernos conscientes de nuestra
historia para ser dueños de ella y no dejarnos arrastrar por ella. Cuando
pasamos nuestra vida emocional en modo neblina, reaccionamos sin darnos cuenta de
lo que está pasando, somos víctimas de los eventos y proyectamos nuestros miedos
y nuestras expectativas hacia nuestros hijos. Queremos que ellos vengan a
llenar los vacíos de nuestra identidad y así les quitamos su derecho a su
propia identidad, a sus propios fallos y a su propia historia. Cuando hacemos
esto, estamos repitiendo patrones, estamos físicamente aquí y ahora, pero
emocionalmente estamos en otra época resolviendo problemas que no tienen nada
que ver con ellos.
La meta de la parentalidad consciente no es darle un
manual o instrucciones precisas sobre cómo educar a tus hijos. La parentalidad
consciente quiere darte herramientas de introspección para que puedas conocerte
mejor porque -nos guste o no- nuestra historia no se borra, nuestra historia se
acuerpa y se hace nuestra.
Te comparto algunos consejos para que puedas sobrellevar
este proceso
·
Ante
una situación emocionalmente difícil con tu hijo o tu hija, intenta ser
descriptivo y neutral. Evita los juicios y los miedos relacionados con la
situación, describe nada más lo que estás viendo.
· Piensa en los esquemas emocionales que
rigen tu vida: ¿Qué tipo de situaciones te generan enojo o una gran
tristeza? ¿Qué quiere decirte esta emoción? ¿Cuál necesidad se esconde detrás
de esta emoción? ¿Desde dónde se origina?
·
Evita
hacer proyecciones negativas a largo plazo. Si tu hijo tiende a hacer berrinches desde hace unos
meses, no significa que él va a crecer como un hombre colérico e impulsivo y
que su vida va a ser un desastre total. Tendemos como padre o madre a pensar lo
peor, ¡cómo si pensarlo nos pudiera ayudar a prevenirlo! En muchas ocasiones estas proyecciones
negativas no previenen nada, sino que amplifican el malestar emocional de una
situación innecesariamente.
·
¡Pausa! Esto es simple pero realmente
importante. Antes de reaccionar, haz una pausa, piensa en lo que está pasando y
calcula la respuesta que quieres dar a esta situación. No te dejes arrastrar
por ella.
·
Una
pregunta muy potente en todas situaciones emocionalmente difíciles es: “¿Qué
puedo hacer desde el amor?” En muchas ocasiones contestamos desde el miedo,
desde la colera, desde el cansancio o desde la frustración. Cuando tu hijo
tiene un comportamiento que consideras inadecuado, ¿qué harías si de pronto te
pudieras convertir en un hada del amor? El amor es el mejor bálsamo para el
alma y logra desescalar muchos conflictos. Te permite también quedarte cerca de
sus necesidades emocionales y te aleja de las proyecciones negativas.
·
Last
but not least: pregúntate “¿Qué necesita mi hijo en este momento?” Una
emoción fuerte es en muchas ocasiones la expresión de una necesidad frustrada.
Si bien no podemos cumplir con todas las necesidades frustradas de nuestros
hijos (la necesidad de comerse otro helado), podemos mostrar empatía y
comprensión ante esta frustración.
·
¡Cuídate! Tómate el tiempo de reflexionar sobre tu
historia, de pensar en tus puntos frágiles, confesarte las expectativas escondidas
que tienes hacia tus hijos. Si te sientes muy estresado o deprimido, busca
ayuda, asiste a terapia, habla de tu malestar. Sanar también es parte de la
responsabilidad que tienes como padre o madre.
Espero que estos consejos te ayuden a conocerte mejor
y a ser el padre o la madre que vos mismo y tu familia necesita.